Y no te conozco, pero hay vida, hay muerte,
hay rosas vertebradas de una historia perentoria,
embrujada por la amarga flor que nunca recogí.
No sabía cortarla.
Y los pañuelos se tiñen de áurea estética,
de palabras hechizadas por el marfil y el caoba.
¡Qué cara es la verdad!
¿O es que se pierde en las tinieblas por que no existe?
Y la ley tampoco existe, porque no es necesaria.
Las tinieblas son, sin embargo, mágicas,
y el sonido varía fiel a los rebotes monótonos del corazón.
Pero sabrás de mí, por eso lucho.