El “recuerdo” puede ser un truhan vestido de caballero, un mentiroso. Pero también pude ser un arqueólogo que te descubre ricas civilizaciones internas en el pasado vivido. En fin, que el recuerdo puede que edulcore la realidad pasada pero también puede fortalecerla. Y el presente. No sé si me explico bien.
Les pongo dos ejemplos.. El truhan y el arqueólogo. El truhan es mi primera experiencia sexual: siempre pensé que fue hermosa, pero con el tiempo le he que quitado el azúcar y tengo claro que fue una clase magistral de patosería. La segunda es el rugby. Un deporte, unos compañeros y unos valores que yo vivía con naturalidad y sin presunciones y sobre el que mi arqueólogo me lleva dando el coñazo desde hace tiempo.
Durante unos cuatro años, una treintena de chavales -como tantos- venidos de barrios dispares de Madrid, con culturas y situaciones sociales muy distintas, jugamos, nos divertimos y placamos siempre con unos valores incuestionables. Férreos. Varios mandamientos. Van algunos: lo importante es el equipo; aquí no se puede fingir lesiones, golpes o cansancio; al rival se le compite pero se le respeta; y al árbitro solo le habla el capitán del equipo y se le trata de Sir (Señor).
Son cosas que aprendimos, que vivimos con apenas catorce años.
Lo absorbíamos y lo ejecutábamos sin ningún tipo de complejo ni esfuerzo.
Mi arqueólogo me ha recordado que un jugador sevillano me pegó una patada en el pecho cortándome la respiración. Cuando estaba en la hierba dolido, otro jugador, me pateó la nariz obligándome a respirar por la boca por la que apenas entraba el aire por el golpe anterior. ¿Qué hice? Lo que hacíamos todos. Lo que nos habían enseñado. Levantarse y seguir jugando. ¿Porque? Porque tus compañeros no podían notar tu falta , que hubieses dejado un espacio sin cubrir que hiciese al equipo perder el partido. Era lo lógico. Era la educación que teníamos en ese equipo, en ese club. Es lo que te enseñan, lo que te dan en el rugby. Es así. Somos un equipo y hay que seguir jugando.
Pero la vida no es así, lamentablemente. Ni muchos deportes. Ni muchos ejercicios de competitividad. Pero el rugby sí. El rugby es lo que deberíamos ser: jugar a la mano, dar el balón, avanzar todos, correr juntos, chocar, empujar, placar, aguantar.
Y ganar sin fingir. Y perder aprendiendo. Y tomarse luego unas cervezas con el rival.